Tienes que esperar en la cola, siempre, aunque sea una persona la que está delante de ti, siempre vas a esperar (a menos que seas hombre).
No hay papel. No hay jabón. No hay agua. No hay ninguno. Si eres mujer, lo primero importa si vas a orinar o si vas a cagar (sí, cagar, no sean sensibles). Si eres hombre, tienes suerte en la primera situación, otra vez (maldito).
Hay papel. Es demasiado nuevo y no puedes encontrar el comienzo. Es como tratar de usar la cinta de embalaje a la que te olvidaste de marcar donde comienza. Le das vueltas y vueltas, pero no, creo que se esconde. Finalmente lo encontraste, ahora, jalas, y te queda un pedazo de dos centímetros en la mano. Intentas otra vez, ahora uno más pequeño y así hasta que en una de esas el rollo por fin da la vuelta y te da una cantidad que de verdad sea útil.
La bomba es automática. El caño es automático. ¡Yeei! No tengo que contagiarme las bacterias de otros. Aguanta, para salir, tienes que abrir la puerta. Jalando. Cerrando tu puño en el mango. Donde todos cerraron el puño antes que tú. ¡Bienvenidas, bacterias!
Sin título 1
Y bueno...
domingo, agosto 05, 2012
sábado, marzo 27, 2010
Estoy bien así
Cada noche antes de dormir hacía la señal de la cruz y agradecía por las cosas buenas del día y pedía por el día siguiente. Cada mañana abría los ojos, hacía la señal de la cruz otra vez, pero no pedía nada, solo decía "Buenos días". Al regresar del colegio y con el plato de almuerzo al frente, volvía a hacer la señal de la cruz y agradecía por lo que fuera que iba a comer ese día, incluso si era brócoli. Y, cuando viajaba, hacía la señal de la cruz al sentarme.
Es curioso, nunca le recé a Dios, ni a Jesús, ni al Espíritu Santo (¿alguien le reza al Espíritu Santo?). Siempre le rezaba a la Virgen, pero no la llamaba María, ni era ninguna de las tantas que hay, solo era Virgen. Es curioso, nunca recé en voz alta en el almuerzo o en conjunto con el resto, siempre lo hacía en silencio.
Cada vez que iba a misa, cantaba y rezaba y agachaba la cabeza cuando el cura levantaba la hostia sobre la copa y la campanita sonaba. Me dijeron que no debía mirar, por respeto, porque en ese momento Jesús estaba haciéndose presente. Y en clase de religión siempre escribía "Él", así con mayúscula, cuando hacía una referencia a Jesús.
Es curioso, a pesar de sentirme un poquito culpale, siempre desviaba la mirada porque quería saber quién tocaba la campanita. Es curioso, nunca tuvo sentido esa mayúscula
Y tenía un pequeño cuadrito de la Virgen en mi cuarto y una muñequita que brillaba en la oscuridad, pero no me sentía culpable cuando había apagón y la usaba como snitch para jugar quidditch en la oscuridad.
Me enteré de que había un grupo de jóvenes creyentes que se reunía cada miércoles para hacer reflexiones y hablar del "plan de Dios" y fui, era mejor que ir a misa, no me aburría. Pero con el paso del tiempo, no solo vi como mis amigos salían emocionalmente dañados, pero cuán grande era la hipocresía de los que lideraban este grupo.
Decidí irme, no me sentía cómoda y no podía creer que alguien que se supone que te ama incondicionalmente pueda poner tantas barreras a tu vida. Y empecé a cuestionarme y me di cuenta que cada vez creía menos. ¿Por qué tenía que agradecer por todo lo que tengo a alguien que nunca había visto y de quien solo sé por lo que me han dicho desde pequeña? ¿Por qué tenía que adorar a este alguien? ¿Que no soy dueña de mi vida? ¿Que tengo que dedicar toda mi vida mi vida a hacer cosas que harán que "viva mejor" después de muerta? y pensé, al cuerno con esto.
Y decidí que Dios no existía y fue difícil dejar de hacer lo que hacía cada noche, cada mañana, cada comida. Pero no porque me hiciera falta, sino porque se había convertido en una costumbre. Y era difícil no pedir ayuda en los momentos en que me sentía más sola e indefensa, mi voz interior automáticamente empezaba a pedirla.
Pero me siento satisfecha porque sé que todo lo que logro es porque yo lo he hecho, que todo lo que me sale mal es porque no puse más esfuerzo, que todo lo que tengo es porque mis padres se rompen el lomo cada tarde en el trabajo. Que mis problemas no se van a resolver si lo pido de que nadie va a dejar de morir por más que ruegue. Que no hay otra vida después de que muera.
Hace dos semanas en un avión. La turbulencia hizo que todos gritáramos y yo nunca me había sentido más asustada. Pero no pensé en Dios, menos en la Virgen, no pensé en nada más que la tristeza de la gente que amo si esa turbulencia hubiera sido más que una simple turbulencia. Me puse a temblar y las lágrimas no paraban de salir. La señora del costado me dijo: piensa en Dios, él está aquí y por eso nada malo va a pasar. Solo me sentí bien cuando la aeromoza me explicó que el aire caliente produce una turbulencia mayor que el aire frío.
Mi mamá pone un rosario en mi maleta cada vez que viajo y mi papá dice que es bueno creer y, a pesar de que mi hermana dice que no cree en la religión, se molesta un poco con mis razonamientos. Mi novio dice que en algún momento volveré a creer porque él se sintió igual.
La verdad, nunca me sentí más libre y más feliz que ahora que soy capaz de no encontrar alivio en un personaje de ficción.
Es curioso, nunca le recé a Dios, ni a Jesús, ni al Espíritu Santo (¿alguien le reza al Espíritu Santo?). Siempre le rezaba a la Virgen, pero no la llamaba María, ni era ninguna de las tantas que hay, solo era Virgen. Es curioso, nunca recé en voz alta en el almuerzo o en conjunto con el resto, siempre lo hacía en silencio.
Cada vez que iba a misa, cantaba y rezaba y agachaba la cabeza cuando el cura levantaba la hostia sobre la copa y la campanita sonaba. Me dijeron que no debía mirar, por respeto, porque en ese momento Jesús estaba haciéndose presente. Y en clase de religión siempre escribía "Él", así con mayúscula, cuando hacía una referencia a Jesús.
Es curioso, a pesar de sentirme un poquito culpale, siempre desviaba la mirada porque quería saber quién tocaba la campanita. Es curioso, nunca tuvo sentido esa mayúscula
Y tenía un pequeño cuadrito de la Virgen en mi cuarto y una muñequita que brillaba en la oscuridad, pero no me sentía culpable cuando había apagón y la usaba como snitch para jugar quidditch en la oscuridad.
Me enteré de que había un grupo de jóvenes creyentes que se reunía cada miércoles para hacer reflexiones y hablar del "plan de Dios" y fui, era mejor que ir a misa, no me aburría. Pero con el paso del tiempo, no solo vi como mis amigos salían emocionalmente dañados, pero cuán grande era la hipocresía de los que lideraban este grupo.
Decidí irme, no me sentía cómoda y no podía creer que alguien que se supone que te ama incondicionalmente pueda poner tantas barreras a tu vida. Y empecé a cuestionarme y me di cuenta que cada vez creía menos. ¿Por qué tenía que agradecer por todo lo que tengo a alguien que nunca había visto y de quien solo sé por lo que me han dicho desde pequeña? ¿Por qué tenía que adorar a este alguien? ¿Que no soy dueña de mi vida? ¿Que tengo que dedicar toda mi vida mi vida a hacer cosas que harán que "viva mejor" después de muerta? y pensé, al cuerno con esto.
Y decidí que Dios no existía y fue difícil dejar de hacer lo que hacía cada noche, cada mañana, cada comida. Pero no porque me hiciera falta, sino porque se había convertido en una costumbre. Y era difícil no pedir ayuda en los momentos en que me sentía más sola e indefensa, mi voz interior automáticamente empezaba a pedirla.
Pero me siento satisfecha porque sé que todo lo que logro es porque yo lo he hecho, que todo lo que me sale mal es porque no puse más esfuerzo, que todo lo que tengo es porque mis padres se rompen el lomo cada tarde en el trabajo. Que mis problemas no se van a resolver si lo pido de que nadie va a dejar de morir por más que ruegue. Que no hay otra vida después de que muera.
Hace dos semanas en un avión. La turbulencia hizo que todos gritáramos y yo nunca me había sentido más asustada. Pero no pensé en Dios, menos en la Virgen, no pensé en nada más que la tristeza de la gente que amo si esa turbulencia hubiera sido más que una simple turbulencia. Me puse a temblar y las lágrimas no paraban de salir. La señora del costado me dijo: piensa en Dios, él está aquí y por eso nada malo va a pasar. Solo me sentí bien cuando la aeromoza me explicó que el aire caliente produce una turbulencia mayor que el aire frío.
Mi mamá pone un rosario en mi maleta cada vez que viajo y mi papá dice que es bueno creer y, a pesar de que mi hermana dice que no cree en la religión, se molesta un poco con mis razonamientos. Mi novio dice que en algún momento volveré a creer porque él se sintió igual.
La verdad, nunca me sentí más libre y más feliz que ahora que soy capaz de no encontrar alivio en un personaje de ficción.
sábado, marzo 20, 2010
"A ti no te extrañé"
Salí del avión y cuando llegué a la faja a recoger mis maletas, cuyo peso era de 30 kg cada una, se atrevió a ofrecerme ayuda para ponerlas en el carrito. Traté de hacerlo yo sola, pero me fue imposible, así que le pedí ayuda al señor de mi costado, que, con algo de molestia me ayudó a cargarlas. Continué a través del control de aduanas y, para mi mala suerte, salió la luz roja en el poste de salida, lo que suponía pasar mis maletas por la máquina de rayos x para verificar que decía la verdad en mi declaración de aduanas. A diferencia del resto de la gente que se iba a la derecha, yo tuve que voltear a la izquierda, donde dos oficiales me esperaban sentados para la revisión. Me detuve al costado de la máquina y me quedé parada esperando que alguno de ellos me ayudara a mover las maletas. Ambos se me quedaron mirando con cara de "por qué no te mueves, pon tus maletas en la faja". Miré a uno de ellos y le dije "¿me puede ayudar?" y con un suspiro de molestia se levantó y cargamos las maletas juntos. Fui a esperarlas al otro lado de la máquina y cuando la revisión terminó, al igual que cuando comenzó, ambos oficiales, sentados junto a sus computadoras, me miraron con cara de "ya acabó, llévate tus maletas". Nuevamente pedí ayuda. Empujé mi carrito hasta la salida y, de pronto, estaba rodeada de 4 taxistas preguntándome a dónde iba y si quería que me lleven.
Y pensé, Lima, a ti no te extrañé.
No extrañé tus buses viejos, ruidoso y, asfixiantes. Sus cobradores irrespetuosos y malhumorados. Sus conductores que esperan a la tercera luz verde para avanzar y cuyas maniobras y velocidad superan de muy lejos cualquier persecución policial producida en Hollywood.
No extrañé a tus pervertidos que caminan por las calles por las que yo camino, que toman los buses que yo tomo, que estudian en la universidad que yo estudio. A esos que acechan, a esos que hacen que no pueda sentirme cómoda en el verano porque siempre pensaré que sería mejor si pudiera caminar con un poncho que me cubra hasta la punta de los pies.
No extrañé a tu gente malhumorada y prepotente. No extrañé a tu gente que cree que es mejor que nadie. No extrañé a tus trabajadores que piensan que me hacen un favor cuando les estoy pagando por lo que hacen. No extrañé a tu gente "viva" y "conchuda". No extrañé a tus "choros"
No extrañé tu suciedad, tu olor, tu ruido.
No te extrañé y, cada vez que me voy, nunca te extraño y, cuando me vaya otra vez, no te extrañaré.
Y pensé, Lima, a ti no te extrañé.
No extrañé tus buses viejos, ruidoso y, asfixiantes. Sus cobradores irrespetuosos y malhumorados. Sus conductores que esperan a la tercera luz verde para avanzar y cuyas maniobras y velocidad superan de muy lejos cualquier persecución policial producida en Hollywood.
No extrañé a tus pervertidos que caminan por las calles por las que yo camino, que toman los buses que yo tomo, que estudian en la universidad que yo estudio. A esos que acechan, a esos que hacen que no pueda sentirme cómoda en el verano porque siempre pensaré que sería mejor si pudiera caminar con un poncho que me cubra hasta la punta de los pies.
No extrañé a tu gente malhumorada y prepotente. No extrañé a tu gente que cree que es mejor que nadie. No extrañé a tus trabajadores que piensan que me hacen un favor cuando les estoy pagando por lo que hacen. No extrañé a tu gente "viva" y "conchuda". No extrañé a tus "choros"
No extrañé tu suciedad, tu olor, tu ruido.
No te extrañé y, cada vez que me voy, nunca te extraño y, cuando me vaya otra vez, no te extrañaré.
lunes, enero 18, 2010
Update
Mi plan era escribir cronologicamente, pero entre salir y dormir hasta el mediodia casi todos los dias desde que llegue, cumplir con ese plan es poco posible.
Hoy tuve un arranque de inspiracion (si es que se le puede llamar asi) y decidi escribir. Esta no es mi compu, no es el momento adecuado -estoy sentada en la sala de la casa de los papas de Carl, con la computadora de su mama que no tiene tildes ni eñes (esta la saque de Wikipedia) y hay invitados, hay un juego de futbol americano en la TV, ese deporte me parece tan tonto, no offense-, pero sentia que si no escribia ahora no lo haria despues, asi que empiezo.
Sabado en la noche, preguntandonos donde ir. 80s Night era una posibilidad, ya lo habiamos hecho el fin de semana pasado and it was a lot of fun, pero queriamos algo distinto. Se suponia que debiamos estar en Boston, el plan era ir el jueves en la noche, pero el amigo de Carl, Justin, nunca contesto las llamadas asi que no sabiamos si podriamos quedarnos en su casa por lo que decidimos quedarnos en Albany. Anyway, fuimos al supermercado por galletas y pensabamos ir a la liquor store por brandy cuando Carl recibe una llamada. Era Justin. Conversaron por largo rato mientras caminabamos por los pasillos del supermercado, yo bailaba al ritmo de la musica que sonaba ese rato y trataba de recordar si necesitabamos algo mas que galletas. Tambien compramos Coca Cola. Regresamos al auto. Carl cuelga. Noticias, Justin se mudaba a NYC el lunes y sus amigos le estaban organizando una fiesta de despedida. Me pregunta si quiero ir, le pregunto cuan lejos es, me dice que algo de una hora y media, por que no?, entonces quieres ir?, por que no?, that's my girl!
Manejamos, o bueno, el manejo y yo conversaba con mami por celu. La carretera era oscura y ratos el me pedia que mirara el mapa para saber que ruta debiamos tomar luego, que salida tocaba, en que carretera estabamos... llegamos; la ciudad, Chicopee, Massachussetts. Justin era un chico delgado y alto, de cabellos rizados. Hablaba muy rapido y en el mismo tono, nunca sonreia, nunca; aunque Carl me dijo que si miras con atencion sus ojos te dicen cuando esta feliz. Ambos se saludaron con un abrazo que sostuvo a Carl en el aire, tambien me abrazo a mi, cosa que no esperaba.
Entramos a un bar, conocimos a sus amigos y tomamos una cerveza, bailamos una cancion y yo fui al bano. Fuimos al siguiente bar. Mas pequeno, sin pista de baile, lleno de norteamericanos muy blancos y muy rubios, pollos-crudos, como diria mi pa, todos grandotes y fuertotes. Puse una cancion en la rockola que nunca toco y uno de los chicos volteo mi cerveza. Siguiente bar. Vacio. Fui al bano y cuando regrese tenia una cerveza nueva de parte del chico que volteo la anterior. Que bueno que la compro cuando yo no estaba, me ahorro el roche de mostrar que era menor de edad. Puse tres canciones en la rockola que si tocaron. Jugue a los dardos y perdi. Puse tres canciones mas, solo escuche dos y media. Fuimos a Denny's. Estaba borracha y pedi una hamburguesa, segun yo "de" champinones; pero, en realidad, era "con" champinones. Carl se comio la carne. No termine las papitas porque les puse mucho ketchup. Y le dije a uno de los chicos que lo odiaba porque tenia la taza de Michael Scott de The Office que dice World's Best Boss/Dunder Mifflin y yo no.
Fuimos a la casa de Justin, era grandota y olia a perro, pero era muy, muy bonita. Nos dio su cuarto para pasar la noche, el wallpaper era claro y en el extremo superior tenia dibujos de planetas. Habia libros regados por el suelo, un plato de Grafield en la pared y una pintura sin terminar en el escritorio, regalos sin abrir y un palo de golf para Wii junto a una de las camas. Habia dos camas. Dijimos buenas noches y al apagar la luz montones de estrellas se iluminaron en el techo y las paredes. Sonrei y me quede dormida.
Hoy tuve un arranque de inspiracion (si es que se le puede llamar asi) y decidi escribir. Esta no es mi compu, no es el momento adecuado -estoy sentada en la sala de la casa de los papas de Carl, con la computadora de su mama que no tiene tildes ni eñes (esta la saque de Wikipedia) y hay invitados, hay un juego de futbol americano en la TV, ese deporte me parece tan tonto, no offense-, pero sentia que si no escribia ahora no lo haria despues, asi que empiezo.
Sabado en la noche, preguntandonos donde ir. 80s Night era una posibilidad, ya lo habiamos hecho el fin de semana pasado and it was a lot of fun, pero queriamos algo distinto. Se suponia que debiamos estar en Boston, el plan era ir el jueves en la noche, pero el amigo de Carl, Justin, nunca contesto las llamadas asi que no sabiamos si podriamos quedarnos en su casa por lo que decidimos quedarnos en Albany. Anyway, fuimos al supermercado por galletas y pensabamos ir a la liquor store por brandy cuando Carl recibe una llamada. Era Justin. Conversaron por largo rato mientras caminabamos por los pasillos del supermercado, yo bailaba al ritmo de la musica que sonaba ese rato y trataba de recordar si necesitabamos algo mas que galletas. Tambien compramos Coca Cola. Regresamos al auto. Carl cuelga. Noticias, Justin se mudaba a NYC el lunes y sus amigos le estaban organizando una fiesta de despedida. Me pregunta si quiero ir, le pregunto cuan lejos es, me dice que algo de una hora y media, por que no?, entonces quieres ir?, por que no?, that's my girl!
Manejamos, o bueno, el manejo y yo conversaba con mami por celu. La carretera era oscura y ratos el me pedia que mirara el mapa para saber que ruta debiamos tomar luego, que salida tocaba, en que carretera estabamos... llegamos; la ciudad, Chicopee, Massachussetts. Justin era un chico delgado y alto, de cabellos rizados. Hablaba muy rapido y en el mismo tono, nunca sonreia, nunca; aunque Carl me dijo que si miras con atencion sus ojos te dicen cuando esta feliz. Ambos se saludaron con un abrazo que sostuvo a Carl en el aire, tambien me abrazo a mi, cosa que no esperaba.
Entramos a un bar, conocimos a sus amigos y tomamos una cerveza, bailamos una cancion y yo fui al bano. Fuimos al siguiente bar. Mas pequeno, sin pista de baile, lleno de norteamericanos muy blancos y muy rubios, pollos-crudos, como diria mi pa, todos grandotes y fuertotes. Puse una cancion en la rockola que nunca toco y uno de los chicos volteo mi cerveza. Siguiente bar. Vacio. Fui al bano y cuando regrese tenia una cerveza nueva de parte del chico que volteo la anterior. Que bueno que la compro cuando yo no estaba, me ahorro el roche de mostrar que era menor de edad. Puse tres canciones en la rockola que si tocaron. Jugue a los dardos y perdi. Puse tres canciones mas, solo escuche dos y media. Fuimos a Denny's. Estaba borracha y pedi una hamburguesa, segun yo "de" champinones; pero, en realidad, era "con" champinones. Carl se comio la carne. No termine las papitas porque les puse mucho ketchup. Y le dije a uno de los chicos que lo odiaba porque tenia la taza de Michael Scott de The Office que dice World's Best Boss/Dunder Mifflin y yo no.
Fuimos a la casa de Justin, era grandota y olia a perro, pero era muy, muy bonita. Nos dio su cuarto para pasar la noche, el wallpaper era claro y en el extremo superior tenia dibujos de planetas. Habia libros regados por el suelo, un plato de Grafield en la pared y una pintura sin terminar en el escritorio, regalos sin abrir y un palo de golf para Wii junto a una de las camas. Habia dos camas. Dijimos buenas noches y al apagar la luz montones de estrellas se iluminaron en el techo y las paredes. Sonrei y me quede dormida.
viernes, julio 03, 2009
Uno de "esos" recuerdos...
Estaba sentada en la sala de embarque esperando a que llamaran mi grupo. Yo nunca elijo mis asientos en un avión. Siempre me toca entrar en uno de los últimos.
Había una señora sentada a mi lado, ella era de Cusco y le dije que yo también (e hice la aclaración correspondiente: no del mismo Cusco, más al sur: en Sicuani). Solo había venido a Lima para visitar a sus hijos. No estaba acostumbrada a volar y estaba preocupada porque no entendía mucho cómo era eso de las llamadas por grupos y se lo expliqué. Ella no estaba en el mío.
Por fin me llamaron. Me gusta caminar hacia el avión en lugar de pasar por la manga. Ese día no había manga. Estaba nublado, pero se podía sentir el sol, lo cual normalmente odio, pero no me importaba mucho en ese momento. Subí y adentro hacía calor. Me saqué la polera (¡no!), no esperaba tener que hacerlo y tenía un polo de fiesta dentro. Guardé mis cosas y me senté. Estaba en el asiento del pasillo de la derecha.
La gente seguía entrando. Llegó una pareja de extranjeros. Era tierno verlos, sonreían y se notaba que estaban emocionados, pero parecía que no podían encontrar sus asientos. La mujer se sentó en el asiento del medio de la izquierda y su esposo, a mi lado. Se miraron decepcionados de no estar juntos.
Pensamientos sucesivos. Diles que te cambias de sitio. Me da roche. No seas mala.
Y entonces lo vi. Cillian Murphy caminando hacía mí en busca su asiento. ¡Sientáte a mi izquierda!. No sé ni por qué lo pensaba, nunca me atrevo a hablarle a nadie de todos modos. Pasó de largo. Volteé a mirarlo, él volteó también así que me senté derecha al segundo. ¿Me habrá visto? Sentí que regresaba. ¡Oh no! ¡Sí se sienta a mi izquierda! ¡Cámbiate de sitio! Cuando pienso mucho algo, termino no haciéndolo... y en ese momento... ¡Al diablo! Do you want me to switch seats with your wife? Oh! Thank you! Thank you! Y le dijo algo en su idioma. Me levanté y ellos se sentaron juntos. Me sonrieron y me senté también.
Parece que tengo nuevo compañero. ¡Oh no! El churro me está hablando, di algo inteligente. Eh, sí... Risa tonta delatora de nerviosismo.
El avión comenzó a moverse. Cogí los posabrazos y él también. La parte que más odio es el despegue. ¡Me habla otra vez! Yo no soporto el despegue ni el aterrizaje. Sonrió.
Avión estable.
Me contó que era francés y que había venido de intercambio hacía un año atrás y se había quedado por una chica. Ya no estaban juntos. Ahora trabajaba en un banco y viajaba eventualmente a ver a su familia. Ahora voy a Cusco a ver un concierto de piano en la iglesia de Andahuaylillas, los músicos son franceses. Seguro va a estar genial, me gustaría ir, pero no sé si pueda; yo voy especialmente para la fiesta de Halloween de un restaurante genial. Yo no tengo planes para la noche. Puedes venir si quieres, pero tienes que disfrazarte.
Dejamos de hablar. Traté de leer un poco. Había llevado mis separatas (ingenua, regresé a Lima con las separatas en blanco, solo un poco más arrugadas). Mostró interés en el título y le hablé un poco de lo que yo hacía.
No hablamos más. Para iniciar conversaciones no soy nada creativa y, tal vez, tampoco él. El capitán anunció que aterrizaríamos en instantes. Me pidió mi número y me puse más nerviosa aún. Él también me dio el suyo. ¿Tienes RPC? ¿Qué es eso? Le timbré sin saldo y su celular sonó. Sí, si tienes, eso significa que puedo llamarte gratis. Creo que eso sonó súper tonto.
Su nombre era Lionel (no Cillian).
Aterrizaje.
Bajó primero. Lo vi caminando mientras todos íbamos por los equipajes. ¿Debería alcanzarlo? Lo alcancé... Lo miré... Lo pasé. Llegué al sitio de equipajes. Me alcanzó y se paró junto a mí. Yo solo tengo equipaje de mano así que voy de salida. Ok, llámame si te animas por la fiesta. Me besó en la mejilla.
Nunca vi subir ni bajar a la señora que estaba sentada junto a mí en la sala de embarque y siempre me preguntaré si lo hizo. Cuando le expliqué lo de los grupos no parecía muy convencida y, antes, comentó acerca de lo caro que le parecían los pasajes de avión.
Espero que no haya perdido el vuelo. Me sentiría culpable.
domingo, octubre 28, 2007
Quebradiza visión
Uso lentes desde el año 2000 debido a que tengo miopía y astigmatismo.
Al comienzo, creí que sería divertido tener gafas y me sentía emocionada porque iba a usarlas... sí... iba a ser genial... Pero llegó la primera dificultad, ¿qué modelo elegiría? montones de tipos entre los cuales escoger, pero soy tan obstinada... después de casi dos horas y varios modelos desechados, apareció uno perfecto; tradicional, pequeño y con las lunas ovaladas. No me fue tan mal, me adapté rápido y me gustaba usarlos. Dos meses después, una de las patas se quebró la tarde de un domingo, ¡domingo!, cuando no hay ningún establecimiento abierto. Al día siguiente, al colegio con los lentes parchados con ¡cinta scotch!
Conforme pasó el tiempo, mi medida fue aumentando y fui cambiando de gafas hasta que, cuando estaba en último año de secundaria, ya no quería usarlas. Quería lentes de contacto.
Me limitaba a usar las gafas cuando era realmente necesario, en clases o cuando miraba TV y el resto de tiempo las llevaba colgadas en el pecho o las dejaba en la mesa de mi cuarto. Obviamente esto me ocasionaba problemas, cuando caminaba en la calle no reconocía a nadie o a veces las olvidaba en casa y no podía copiar lo que los profesores anotaban. Sin embargo, esto no fue tan difícil como convencer a mis papás de que me compraran los lentes de contacto. Alegaban que si no tenía cuidado con las gafas, menos lo tendría con aquellos o que el clima de la sierra no permitiría que los use con comodidad, etcétera.
Terminé el colegio y me mudé a Lima para estudiar en la universidad, clima distinto a mi favor, pero ¿me compraron los dichosos lentes? ¡No! A estudiar con gafas los dos primeros ciclos. El año terminó y yo había cambiado de gafas (aceptaron comprarme otras, ¡mas no los lentes de contacto!), aun así no estaba contenta. Llegó el verano, se acercaba mi cumpleaños número 18, buena excusa para pedir algo especial. Sí, por fin conseguí mis lentes de contacto.
Hoy, después de casi 9 meses usándolos, uno de ellos se quebró por un descuido mío. ¿Quebrarse? ¿Cómo puede quebrarse un lente de contacto? Estaba tan adormilada anoche cuando me los quité, que no me fijé cómo los colocaba en el estuche. Esta mañana uno de ellos no estaba, pero no me resigné, así que lo busqué con mucho cuidado y ahí estaba, en el suelo junto a mi velador, ¡qué suertuda eres!, pensé. Lo levanté y estaba seco, como la hoja seca de un árbol en otoño, y con esa facilidad también se quebró (¿o lo quebré al levantarlo?). No veo bien, no encuentro las últimas gafas que me compraron y, casualmente, hoy es domingo, justo como la primera vez en que se rompieron mis gafas.
Solo que esta vez no puedo usar cinta scotch.
Al comienzo, creí que sería divertido tener gafas y me sentía emocionada porque iba a usarlas... sí... iba a ser genial... Pero llegó la primera dificultad, ¿qué modelo elegiría? montones de tipos entre los cuales escoger, pero soy tan obstinada... después de casi dos horas y varios modelos desechados, apareció uno perfecto; tradicional, pequeño y con las lunas ovaladas. No me fue tan mal, me adapté rápido y me gustaba usarlos. Dos meses después, una de las patas se quebró la tarde de un domingo, ¡domingo!, cuando no hay ningún establecimiento abierto. Al día siguiente, al colegio con los lentes parchados con ¡cinta scotch!
Conforme pasó el tiempo, mi medida fue aumentando y fui cambiando de gafas hasta que, cuando estaba en último año de secundaria, ya no quería usarlas. Quería lentes de contacto.
Me limitaba a usar las gafas cuando era realmente necesario, en clases o cuando miraba TV y el resto de tiempo las llevaba colgadas en el pecho o las dejaba en la mesa de mi cuarto. Obviamente esto me ocasionaba problemas, cuando caminaba en la calle no reconocía a nadie o a veces las olvidaba en casa y no podía copiar lo que los profesores anotaban. Sin embargo, esto no fue tan difícil como convencer a mis papás de que me compraran los lentes de contacto. Alegaban que si no tenía cuidado con las gafas, menos lo tendría con aquellos o que el clima de la sierra no permitiría que los use con comodidad, etcétera.
Terminé el colegio y me mudé a Lima para estudiar en la universidad, clima distinto a mi favor, pero ¿me compraron los dichosos lentes? ¡No! A estudiar con gafas los dos primeros ciclos. El año terminó y yo había cambiado de gafas (aceptaron comprarme otras, ¡mas no los lentes de contacto!), aun así no estaba contenta. Llegó el verano, se acercaba mi cumpleaños número 18, buena excusa para pedir algo especial. Sí, por fin conseguí mis lentes de contacto.
Hoy, después de casi 9 meses usándolos, uno de ellos se quebró por un descuido mío. ¿Quebrarse? ¿Cómo puede quebrarse un lente de contacto? Estaba tan adormilada anoche cuando me los quité, que no me fijé cómo los colocaba en el estuche. Esta mañana uno de ellos no estaba, pero no me resigné, así que lo busqué con mucho cuidado y ahí estaba, en el suelo junto a mi velador, ¡qué suertuda eres!, pensé. Lo levanté y estaba seco, como la hoja seca de un árbol en otoño, y con esa facilidad también se quebró (¿o lo quebré al levantarlo?). No veo bien, no encuentro las últimas gafas que me compraron y, casualmente, hoy es domingo, justo como la primera vez en que se rompieron mis gafas.
Solo que esta vez no puedo usar cinta scotch.
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